El proyecto contempla el desplazamiento masivo de la población y un control militar total, aunque sectores internos alertan de sus riesgos
El cierre del estrecho de Ormuz: una amenaza global en medio del pulso Irán-EE.UU
El Parlamento iraní plantea bloquear el paso por una vía clave para el suministro energético mundial, intensificando el riesgo geopolítico en una región inestable
La tensión en Oriente Medio ha alcanzado un nuevo punto crítico. Tras los recientes ataques de Estados Unidos contra objetivos iraníes, el Parlamento de Irán ha solicitado este domingo el cierre del estrecho de Ormuz, una decisión de enorme trascendencia estratégica que aún debe ser ratificada por el Consejo Nacional de Seguridad de la República Islámica, pero que de llevarse a cabo podría alterar el equilibrio energético y geopolítico mundial.
Este estrecho, que separa las costas de Irán y Omán, representa uno de los pasos marítimos más importantes del planeta.
Por sus 54 kilómetros de anchura transitan diariamente más de 13 buques cisterna, transportando alrededor del 20 % de la producción global de petróleo y gas natural. Un bloqueo afectaría directamente a los precios del crudo, el suministro global y las economías más dependientes de la importación energética.
La amenaza no es nueva. Desde hace años, Irán ha usado la carta del cierre del estrecho como medida de presión frente a las sanciones impuestas por Washington, especialmente tras la ruptura unilateral del acuerdo nuclear por parte de EE.UU. en 2018. Desde entonces, la región ha vivido una escalada de episodios de tensión, con confiscaciones de petroleros, ataques a cargueros y maniobras militares constantes.
En respuesta a estas amenazas y a su propio aislamiento internacional, Irán ha intentado desde 2021 reducir su vulnerabilidad estratégica con la apertura de una terminal de exportación en el mar de Omán, conectada mediante un oleoducto de 1.000 kilómetros al campo petrolífero de Goreh. Esta infraestructura permite al país exportar crudo sin depender exclusivamente del estrecho de Ormuz, aunque su capacidad actual -300.000 barriles diarios- está lejos de compensar los más de 15 millones de barriles que cruzan a diario por la zona.
Los riesgos se intensifican ahora con el recrudecimiento del conflicto entre Irán e Israel, agravado por el reciente ataque a infraestructuras nucleares y energéticas iraníes por parte de Israel. La posibilidad de que Irán responda cerrando el estrecho convertiría esta crisis regional en un problema global.
Además de las repercusiones energéticas, el cierre de Ormuz supondría un desafío directo a la libertad de navegación internacional, con implicaciones para Estados Unidos y otras potencias militares con presencia en el Golfo Pérsico. La respuesta militar o diplomática de Washington y sus aliados será determinante para contener un escenario que amenaza con afectar no solo a la seguridad regional, sino también a la estabilidad de los mercados internacionales.
Por el momento, la decisión está en manos del Consejo Nacional de Seguridad iraní. Pero el solo hecho de que esta posibilidad esté sobre la mesa vuelve a colocar al estrecho de Ormuz en el epicentro de la tensión global, como recordatorio de cuán frágil puede ser la seguridad energética del planeta.
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