La familia, que le acoge durante unos meses (principalmente, en verano), recorre de su mano las provincias de Valladolid y Palencia mientras atiende las necesidades del pequeño
Hamad, el niño saharaui que se refugia en Castilla y León ante el contexto bélico que vive su país
La familia, que le acoge durante unos meses (principalmente, en verano), recorre de su mano las provincias de Valladolid y Palencia mientras atiende las necesidades del pequeño
Hay familias que dan lecciones de vida, y hay familias que son un ejemplo para la humanidad. Luego hay otras que cumplen ambos requisitos. Esa es la que comparte a diario Verónica García, junto a su marido y su pequeña, y a los que se suma, cada verano, Hamad, un niño saharaui que se refugia en Castilla y León ante el contexto bélico que vive su país por las pretensiones constantes que tiene Marruecos de ocupar la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).
Hamad conoce a esta preciosa familia palentina desde que tiene 6 años. Vino a España con una enfermedad hereditaria que dificultaba su día a día. En concreto, bajó de aquel inolvidable autocar en brazos porque tenía el pie "totalmente girado y doblado", algo que le impedía hacer una vida normal en su país y, por lo tanto, con la posibilidad de ser excluido, ya que no podía participar en actividades de ocio, como hacían otros niños de la zona, según explica la propia Verónica en declaraciones a TRIBUNA.
Esta familia de acogida conoció a Hamad gracias a la labor que desempeña la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui y al programa 'Vacaciones en Paz', que permite que niños, como Hamad, puedan resolver temas médicos con intervenciones, con revisiones oculares, bucales... y todo tipo de necesidades que deben atender porque estos pequeños no lo pueden hacer en su país. "Allí es imposible", reconoce Verónica. Es más, anima a otras familias a que den el paso porque, cada año, son más los que necesitan ayuda y, en algunos casos, un milagro.
En concreto, Hamad está con esta familia de Husillos durante "mes y medio" porque, de esta forma, pueden disfrutar de sus vacaciones lejos de su país y, posteriormente, volver para no perderse las clases. "El niño tiene ahora 9 años. Nunca ha perdido la sonrisa, a pesar del problema que arrastraba en el pie. Ha pasado por casi todo: pediatría, dentista... No necesitó ponerse gafas, pero sí comer porque vino a España con una aparente falta de nutrientes. Si no es por la operación, en su país acabaría en riesgo de exclusión social", asegura Verónica.
Aun así, poca gente se atreve a hacer lo que hizo Hamad en su momento. "Tiró de valentía para salir de su entorno familiar. Recorrió miles de kilómetros. Tuvo que aprender un nuevo idioma y tuvo que pasar un verano entero por primera vez en su vida con escayolas... y todo eso sin perder la sonrisa", destaca. Además, esta familia mantiene "un contacto permanente" con los padres biológicos del pequeño, que agradecen su labor. De hecho, les envían, cuando así lo requieren, comida, un teléfono, bicicletas y todo tipo de material que soliciten mientras conviven en un contexto poco apropiado.
"Estamos enamorados de él. Nos hubiese encantado que se hubiera quedado más en estos últimos tres años para que siguiera con el tratamiento. Podría estar mucho mejor si la situación de su país fuese diferente. Les propusimos que el pequeño se quedara a estudiar, pero sin un informe médico de por medio es imposible conseguirlo. No tenemos esa facilidad", añade Verónica al respecto. En este sentido, tienen otra alternativa, que es el programa Madrasa. A través del mismo, Hamad podría quedarse en España para seguir formándose y pasar el verano en su país. Es decir, es una iniciativa a la inversa que 'Vacaciones en Paz', pero igual de válida para que el pequeño continúe con sus estudios en un contexto, afortunadamente, diferente.
Mientras luchan para conseguirlo, aunque aún quedan 3 años, la familia pasa todo el tiempo que pueden con Hamad. Van a Valladolid, a Palencia, a Husillos (que es su pueblo), a las piscinas, a escalar... "Nada ni nadie le ha frenado en su afán de aprender y aprovechar la oportunidad que no todos los pequeños tienen. Y lo hace cada día sin olvidar a su familia y a la situación de ocupación que sufre el territorio saharaui", incide Verónica, la cual deja claro que Hamad les aporta, en lo personal, "una vivencia diferente" que les hace crecer como familia y, sobre todo, como personas.
La clave, para ellos, está en saber "empatizar" y entender que se puede acoger "a un niño culturalmente diferente", siempre y cuando se atienda el contexto con el que convive porque, aunque al principio a uno se le rompan los esquemas, la experiencia da lo que Hamad necesita: paz. Y más si está rodeado de personas que tienen un corazón que no les cabe en el pecho.
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