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Los pueblos que el tiempo dejó atrás: el silencioso éxodo de Tierras Altas
Más de una veintena de núcleos deshabitados salpican la comarca soriana, símbolo de la despoblación extrema en el corazón del Alto Duero
Las Tierras Altas de Soria, una de las comarcas más agrestes y a la vez más hermosas de la provincia, guarda entre sus montes, valles y barrancos una geografía fantasma: pueblos abandonados, muchos de ellos desde hace décadas, que hoy solo conservan sus ruinas, algunas tejas descolgadas y el recuerdo que late en quienes una vez los habitaron.
Nombres como Vea, La Lastra, El Hoyo, Valdeprado, Acrijos o Villaseca Somera ya no aparecen en los mapas de carreteras, aunque todavía figuran en registros catastrales o eclesiásticos. La mayoría fueron despoblándose entre los años 50 y 70 del siglo XX, golpeados por la migración rural, la falta de servicios básicos, el clima riguroso y una economía que no ofrecía futuro a las nuevas generaciones.
En la actualidad, más de veinte núcleos de población se consideran deshabitados en esta comarca situada al norte de la provincia, limítrofe con La Rioja y Navarra. Algunos pertenecen al término de San Pedro Manrique, otros a Oncala, Las Aldehuelas o Vizmanos, formando un territorio quebrado donde apenas resisten unas decenas de vecinos dispersos.
El fenómeno no solo se refleja en los datos del INE. Basta caminar por las sendas que atraviesan estos valles para comprobar cómo la naturaleza ha retomado lo que fue suyo: zarzas que cubren calles, tejados hundidos por la nieve acumulada durante inviernos sin calefacción, y alguna que otra iglesia medio derruida que aún conserva el eco de campanas que ya no repican.
En algunos casos, se han realizado intentos de recuperación parcial. Existen iniciativas privadas que buscan rehabilitar viviendas como segundas residencias o proyectos vinculados al turismo rural, aunque de forma muy puntual. También hay pequeñas acciones de limpieza o señalización que tratan de mantener viva la memoria colectiva.
Tierras Altas es hoy un ejemplo extremo de lo que se ha dado en llamar la España vacía, aunque en este rincón soriano el término se queda corto: aquí no solo faltan personas, faltan pueblos enteros. La comarca se ha convertido en objeto de estudio para demógrafos, periodistas y cineastas que encuentran en sus despoblados una metáfora elocuente del abandono institucional y la falta de alternativas durante generaciones.
Sin embargo, este silencio no es sinónimo de olvido. Cada verano, los antiguos vecinos regresan a sus raíces en romerías, reuniones familiares o fiestas patronales que ya no se celebran en el lugar original, pero que mantienen vivos sus nombres. En el caso de La Lastra, por ejemplo, solo queda una casa en pie, pero su cofradía todavía organiza misa cada agosto en el cementerio.
La Asociación Tierras Altas y el Centro de Interpretación de Las Carreteras en San Pedro Manrique promueven rutas senderistas y visitas guiadas que incluyen algunos de estos despoblados. Lejos de caer en la postal romántica de la ruina, se trata de dar contexto, conservar la memoria y abrir debate sobre el futuro de estos espacios.
Porque en Soria, y muy especialmente en su norte más olvidado, hay pueblos que no murieron del todo: resisten en la historia y en la tierra que aún los nombra.
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