Rubén Sanz confirma alternativa en Las Ventas: una tarde de sentimiento y sueños cumplidos

El torero soriano confirmó alternativa en Las Ventas con una tarde de silencios y voluntad, marcada por la falta de opciones en sus toros

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Fotos de Daniel Peláez
El autor esLuis Romera Calvo
Luis Romera Calvo
Lectura estimada: 2 min.
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De blanco y oro, el mismo terno con el que tomó la alternativa, Rubén Sanz rompió el paseíllo en una tarde histórica para el torero soriano en la primera plaza del mundo. Compartió cartel con Javier Herrero, que ejerció de padrino de confirmación, y con Gómez del Pilar como testigo, en una corrida concurso con astados de distintas ganaderías y bajo un cielo que amagaba lluvia sobre Madrid.

El toro de la ceremonia, un ejemplar suelto y remiso de Concha y Sierra que buscó la huida de salida e incluso amagó con saltar al callejón, obligó a Sanz a firmar apenas un par de capotazos de apretada resolución antes de ponerlo en suerte. Dos puyazos medidos bastaron para completar el tercio de varas. Llegó entonces la liturgia de la confirmación, rubricada en el centro del ruedo, y el soriano brindó la faena a Rafa Camino, el hombre que le abrió las puertas de Las Ventas.

No tuvo toro Rubén. La embestida fue corta, reacia y sin entrega, y pese a su voluntad apenas pudo dejar algún muletazo estimable. La faena no rompió, entre enganchones y pases con buena idea pero sin fondo por culpa del toro. En la suerte suprema pinchó en dos intentos antes de dejar media estocada tendida a la tercera. Silencio para el torero, pitos al arrastre de un animal sin clase y apenas leves palmas de respeto para el soriano, que puso sentimiento donde faltaba materia prima. Sonó "La Compra" en el arrastre del animal.

Su segundo, cuarto de la tarde, fue un Murteira Grave portugués, negro de capa, bien armado y de seria presencia, que salió ovacionado de toriles. Cumplió con dos entradas al caballo, aunque el público protestó la ausencia de una tercera vara, obligada por el reglamento en este tipo de concurso. Con la muleta, el toro se vino pronto a menos y la labor de Rubén resultó discreta: oficio y empeño, pero sin poder hilvanar tandas de entidad. Dos veces pasó en falso al entrar a matar y, finalmente, un certero descabello puso fin a la historia. Silencio para el torero y leves pitos al toro en el arrastre.

No hubo brillo en lo artístico, pero sí hondura en lo simbólico. Rubén Sanz cumplió su sueño de confirmar alternativa en la Monumental de Las Ventas, arropado por algo más de siete mil espectadores, muchos llegados desde Soria para acompañar y arropar, que desafiaron un cielo encapotado y la amenaza de lluvia. Madrid, que sabe medir, guardó silencio respetuoso ante un soriano que, sin triunfo, dejó constancia de su fe y de su deseo de seguir siendo torero.

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