La Cuesta, el pueblo soriano que resiste en ruinas: la iglesia de San Martín como testigo

La aldea de La Cuesta, sin vecinos desde hace medio siglo, conserva en pie su iglesia románica, símbolo de un mundo rural que desaparece en silencio.

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Ruinas de la Iglesia de San Martín. Francisco Calonge
El autor esLuis Romera Calvo
Luis Romera Calvo
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Entre las laderas de las Tierras Altas de Soria, oculto tras la vegetación y el polvo del olvido, el despoblado de La Cuesta conserva en pie su estructura más emblemática: la iglesia de San Martín, vestigio del pasado medieval de esta aldea hoy sin habitantes. Sin techumbre, sin culto, sin misa, pero aún erguida sobre sus cimientos románicos, la espadaña de su torre se divisa desde la carretera como último faro de un pueblo extinto.


El abandono llegó en los años 70. Como tantas localidades del noreste soriano, La Cuesta no pudo resistir al aislamiento, la caída de la rentabilidad agraria y la falta de servicios básicos. Sus vecinos emigraron y los campos quedaron vacíos. Solo quedaron los muros. Y entre todos ellos, la iglesia, medio vencida, medio firme, recordando que allí hubo vida, ritual, comunidad.
La iglesia de San Martín, también citada en documentos antiguos como Nuestra Señora de los Valles, fue construida en el siglo XII. Su estilo románico es sencillo pero robusto. Se conserva parte del ábside, el muro norte y la espadaña. En 2018, excavaciones arqueológicas desvelaron una necrópolis medieval adyacente, con varias tumbas infantiles, lo que confirma su uso prolongado como centro parroquial y funerario.


Los retablos y elementos litúrgicos fueron trasladados años atrás al Museo Diocesano de El Burgo de Osma, donde hoy se exhiben como ejemplo del arte sacro rural soriano. Mientras tanto, en La Cuesta, los muros sobreviven sin protección legal ni intervención sistemática. La iglesia no figura como Bien de Interés Cultural y su estado se deteriora con cada invierno.
"Es uno de esos templos rurales con alma. Y si no se interviene pronto, lo que queda acabará cediendo", advierte Clara Monge, técnica en patrimonio de la zona.


La Cuesta formó parte del municipio de Villar del Río. En su época de mayor esplendor apenas alcanzó el centenar de habitantes, que se dedicaban a la ganadería, la leña y el cultivo en bancales. A lo largo del siglo XX, la emigración hacia Zaragoza, Soria o Cataluña vació el núcleo. En los años 80 se intentó reconvertir el pueblo en una granja o centro de rehabilitación, sin éxito. Desde entonces, todo ha sido silencio y maleza.


Hoy, el visitante que se adentra por el viejo camino —sin señalizar— se encuentra con ruinas de casas, zarzas altas y, en lo alto, la iglesia como única referencia del trazado original. La espadaña se mantiene en pie. Las piedras de los muros hablan de siglos de uso. No hay carteles, ni rutas organizadas. Solo el susurro del viento y la sensación de que todo se detuvo en seco.
Organizaciones como la Asociación de Amigos del Museo Numantino han incluido La Cuesta en su inventario de despoblados. La posibilidad de incorporar el conjunto al turismo cultural rural o al circuito del románico soriano está sobre la mesa, pero requiere fondos y voluntad institucional. Hasta entonces, la iglesia de San Martín seguirá siendo un lugar de paso para curiosos, arqueólogos y nostálgicos.

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